Desde que éramos niños nos han dicho que las caracolas guardan en su interior “el sonido del mar“. Así, uno puede escuchar las olas con un gesto tan simple como acercar la concha la oreja, quitando (si hubiere) el cangrejo de su interior.
El sonido en general se produce por la vibración de algo en un medio, como el aire o el agua. Por ejemplo, al vibrar cuerda de una guitarra, las moléculas de aire que están en contacto con ella también vibran. Esta capa hace vibrar a una segunda capa que está en contacto con ella, y ésta a una tercera y así sucesivamente.
Estas ondas pueden entrar en contacto con otro objeto y hacerlo sonar. Nosotros oímos, porque las ondas sonoras hacen vibrar el tímpano del oído.
En el caso de la caracola cualquier perturbación sonora alrededor a su alrededor contribuye a generar el sonido en su interior. Desde alguien hablando cerca, un coche pasando hasta cosas tan suaves como los soplos de aire que golpean suavemente el exterior de las paredes de la concha.
Estas perturbaciones hacen vibrar el aire contenido en la caracola y refuerzan algunas frecuencias. Dado que las perturbaciones externas son fluctuantes, el sonido resultante es similar al de las idas y venidas de las olas en una playa.
Así, murmullos que eran imperceptibles se hacen audibles para nosotros, que podemos percibir tan solo un intervalo muy definido de frecuencias. En realidad, cualquier objeto semicerrado, como un vaso, por ejemplo, produce un efecto amplificador, como el descrito con la caracola.